sábado, 15 de mayo de 2010

Bajando los sueldos: ni justo, ni útil

No hay duda, es el tema de la semana, del mes, puede que hasta del año. La reducción de un 5% del sueldo de los empleados públicos, entre otras medidas, ha conseguido lo que parecía imposible: que esos sindicatos tan "dóciles" que tenemos hayan levantado la voz con el anuncio de la convocatoria de una huelga general para el 2 de junio (aunque ya veremos si se confirma o no, que nos conocemos...).
Desde luego, en lo que nos afecta más directamente, es decir, en la reducción de sueldos, no puedo estar más en desacuerdo. Primero, porque hace recaer el esfuerzo de ayudar a superar la crisis sobre los de siempre. Cuando los especuladores ganaban dinero a expuertas y nos encontrábamos en un periodo de mayor bonanza económica, hace unos años, a nadie se le ocurrió "repartir la riqueza"; es más, el sueldo de los funcionarios siguió congelado. Y ahora que las cosas ya no están tan bien, se vuelve a castigar a un colectivo que, año tras año, ve como su poder adquisitivo se ha ido mermando.
Por otro lado, el argumento de muchas personas es que, ya que son funcionarios y tienen el empleo asegurado, que sean los primeros en apretarse el cinturón (que atrevida es la ignorancia). No olvidemos que esta bajada de sueldo se aplicará a todos los empleados públicos. Es decir, también a, por ejemplo, todos los médicos y personal sanitario eventual (que son muchos), y que distan mucho de tener un empleo asegurado. Si ya de base un médico en España cobra aproximadamente un 40% de lo que cobraría en otros países de nuestro entorno, parece que cierta gente sigue empeñada en que emigremos a otras zonas donde se nos respete y se nos valore mejor.
Sería demasiado largo entrar a enumerar otros gastos mucho más superfluos y más importantes sobre los que se podría haber hecho hincapié. El Ministerio de Igualdad (¿alguien sabe para qué sirve exactamente?), el Ministerio de vivienda (tres cuartos de lo mismo), la traducción simultánea para lenguas "co-oficiales" en el Senado, el gasto inabarcable de nuestros políticos en dietas, coches oficiales, asesores, etc. Pero claro, lo fácil es ir a por el débil. ¿Hasta cuándo aguantaremos?

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